Puesto que todos compartimos este pequeño planeta, tenemos que aprender a vivir en armonía y paz entre nosotros y con la naturaleza. Esto no es solamente un sueño, sino una necesidad. Dependemos los unos de los otros en tantas cosas que ya no podemos vivir en comunidades aisladas, ignorando lo que ocurre fuera de ellas. Cuando nos encontramos con dificultades necesitamos ayudarnos los unos a los otros, y debemos compartir la buena fortuna que gozamos.
La comprensión de que somos básicamente seres humanos semejantes en busca de felicidad e intentamos evitar el sufrimiento, es muy útil para desarrollar un sentido de fraternidad, un sentimiento cálido de amor y compasión por los demás. Esto, a su vez, es esencial si queremos sobrevivir en un mundo que, cada vez es más reducido, en el que vivimos. Porque si cada uno de nosotros buscamos una posición egoísta sólo lo que creemos que nos interesa, sin preocuparnos de las necesidades de los demás, acabaremos no sólo haciendo daño a los demás, sino también a nosotros mismos. Este hecho se ha visto claramente a lo largo de este siglo. Sabemos que hacer una guerra nuclear hoy, por ejemplo, sería una forma de suicidio; o que contaminar la atmósfera o el océano para conseguir un beneficio a corto plazo, sería destruir la base misma de nuestra supervivencia. Puesto que los individuos y las naciones están volviéndose cada vez más interdependientes, no tenemos más remedio que desarrollar lo que podríamos llamar un sentido de responsabilidad universal.
En la actualidad, somos realmente una gran familia mundial. Lo que ocurre en una parte del mundo puede afectarnos a todos. Esto, por supuesto, no es solamente cierto para las cosas negativas, sino que es igualmente válido para los progresos positivos. Gracias a los extraordinarios medios de comunicación tecnológicos, no sólo conocemos lo que ocurre en otra parte, sino que también nos vemos afectados directamente por los acontecimientos de sitios remotos. Nos sentimos tristes cuando hay niños hambrientos en el Este de África. Del mismo modo, nos alegramos cuando una familia se reúne, después de una separación de décadas debida al Muro de Berlín. Cuando ocurre un accidente nuclear a muchos kilómetros de distancia, en otro país, nuestras cosechas y ganado se contaminan y nuestra salud y sustento se ven amenazados. Nuestra propia seguridad aumenta cuando la paz irrumpe entre las facciones que luchan en otros continentes.
Pero la guerra o la paz, la destrucción o la protección de la naturaleza, la violación o el fomento de los derechos humanos y libertades democráticas, la pobreza o bienestar material, la falta de valores espirituales y morales o su existencia y desarrollo y la ruptura o desarrollo del entendimiento humano, no son fenómenos aislados que pueden ser analizados y abordados independientemente. De hecho, están muy relacionados a todos los niveles y necesitan ser tratados con ese entendimiento.
La paz, en el sentido de ausencia de guerra, es de poco valor para alguien que se está muriendo de hambre o de frío. No eliminará el dolor de la tortura infringida a un prisionero de conciencia. Ni tampoco consuela a aquellos que pierden a sus seres queridos en inundaciones causadas por la insensata deforestación de un país vecino. La paz sólo puede durar allí donde los derechos humanos se respetan, donde la gente está alimentada y donde los individuos y las naciones son libres. La verdadera paz con nosotros mismos y con el mundo a nuestro alrededor, sólo se puede lograr a través del desarrollo de la paz mental. Los otros fenómenos mencionados anteriormente están igualmente relacionados. Así, por ejemplo, comprendemos que un medio ambiente limpio, riqueza o democracia tienen poco valor frente a la guerra, especialmente la guerra nuclear, y que el desarrollo material no es suficiente para asegurar la felicidad humana.
El progreso material es por supuesto, importante para el avance humano. Al mismo tiempo, el desarrollo material sin un desarrollo espiritual puede causar también graves problemas. En algunos países se concede demasiada atención a las cosas externas y muy poca importancia al desarrollo interior. Creo que ambos son importantes y deben ser desarrollados conjuntamente para conseguir un buen equilibrio entre los dos.
La clave es
la paz interior: si se tiene paz interior, los problemas externos no afectarán
el profundo sentido de paz y tranquilidad. En este estado mental se pueden
afrontar las situaciones con razonamiento y tranquilidad, mientras se mantiene
la felicidad interior. Esto es muy importante. Sin paz interior, por muy
confortable que sea la vida material, aún se estará preocupado, molesto o
triste por diferentes circunstancias.
Por lo tanto, está bien claro que tiene una gran importancia comprender la interrelación entre estos y otros fenómenos y considerar y tratar de resolver los problemas de una forma equilibrada que tenga en consideración los diferentes aspectos. Por supuesto, no es fácil. Pero el intentar resolver un problema tiene poco beneficio si actuando de esta forma creamos otros igualmente serios. Por tanto, no tenemos alternativa: debemos desarrollar un sentido de responsabilidad universal, no sólo en el aspecto geográfico, sino también con respecto a las diferentes cuestiones con las que se enfrenta nuestro planeta.
La responsabilidad no descansa sólo en los líderes de nuestros países o en aquéllos que han sido elegidos para hacer un trabajo concreto. Está individualmente en cada uno de nosotros. La paz empieza dentro de cada uno. Cuando poseemos paz interior, podemos estar en paz con todos a nuestro alrededor. Cuando nuestra comunidad está en un estado de paz, esta paz puede ser compartida con nuestras comunidades vecinas. Cuando sentimos amor y bondad hacia los demás, esto no sólo hace que los demás se sientan amados y protegidos, sino que nos ayuda también a nosotros a desarrollar paz y felicidad interior. Y hay maneras en las que podemos trabajar conscientemente para desarrollar sentimientos de amor y bondad. Lo importante es que cada uno de nosotros hagamos un esfuerzo sincero de tomar seriamente nuestra responsabilidad por los demás y por el medio ambiente.
Por lo tanto, está bien claro que tiene una gran importancia comprender la interrelación entre estos y otros fenómenos y considerar y tratar de resolver los problemas de una forma equilibrada que tenga en consideración los diferentes aspectos. Por supuesto, no es fácil. Pero el intentar resolver un problema tiene poco beneficio si actuando de esta forma creamos otros igualmente serios. Por tanto, no tenemos alternativa: debemos desarrollar un sentido de responsabilidad universal, no sólo en el aspecto geográfico, sino también con respecto a las diferentes cuestiones con las que se enfrenta nuestro planeta.
La responsabilidad no descansa sólo en los líderes de nuestros países o en aquéllos que han sido elegidos para hacer un trabajo concreto. Está individualmente en cada uno de nosotros. La paz empieza dentro de cada uno. Cuando poseemos paz interior, podemos estar en paz con todos a nuestro alrededor. Cuando nuestra comunidad está en un estado de paz, esta paz puede ser compartida con nuestras comunidades vecinas. Cuando sentimos amor y bondad hacia los demás, esto no sólo hace que los demás se sientan amados y protegidos, sino que nos ayuda también a nosotros a desarrollar paz y felicidad interior. Y hay maneras en las que podemos trabajar conscientemente para desarrollar sentimientos de amor y bondad. Lo importante es que cada uno de nosotros hagamos un esfuerzo sincero de tomar seriamente nuestra responsabilidad por los demás y por el medio ambiente.
Cuando se habla de un tema como la Paz en el mundo, cada uno sin duda tiene su opinión pero estaremos de acuerdo que en este tema hay muchas opiniones y en el cual rara vez se percibe la verdad. Y, sin embargo, es el tema más importante en la Tierra: la paz mundial.
Como
había dicho antes ¿A qué tipo de paz nos
referimos? ¿Qué clase de paz buscamos? No una Paz impuesta en el mundo por el
poder de las armas. No la paz de los cementerios ni la de la seguridad del
esclavo. Estoy hablando de una paz genuina, de ese tipo de paz que haga que la
vida en la Tierra merezca ser vivida, de esa paz que permita que seres humanos
y naciones crezcan, tengan esperanza y construyan una vida mejor para sus
hijos; no sólo paz para unos cuantos, sino paz para todos los hombres y
mujeres; no sólo paz en nuestros tiempos, sino paz en todos los tiempos.
La paz,
por tanto, es un fin necesario y racional de hombres
racionales.
En
primer lugar, examinemos nuestra actitud hacia la paz en sí misma. Demasiados
entre nosotros piensan que es imposible. Demasiado piensan que no es algo
realista. Pero ésta es una creencia peligrosa y derrotista, que lleva a la
conclusión de que la guerra es inevitable, de que la humanidad está condenada,
y que estamos atrapados por fuerzas que no podemos controlar.
Es
peligroso aceptar este punto de vista. Nuestros problemas los ha hecho el
hombre; por tanto, son problemas que puede resolver el hombre. Y el hombre
puede ser tan grande como él mismo quiera serlo. Ningún problema del destino
humano está más allá de los seres humanos. La razón y el espíritu humano han
resuelto muchas veces problemas que parecían insolubles, y estamos convencidos
de que pueden hacerlo de nuevo.
Centrémonos,
más bien, en una paz más práctica, más fácil de alcanzar, una paz basada no en
una revolución súbita en la naturaleza humana, sino en una evolución gradual de
las instituciones humanas, en una serie de acciones concretas y de acuerdos
eficaces que acoja en el interés de todos los implicados. No hay una única
clave, ni una clave sencilla, para esta paz; no hay una fórmula imponente, una
fórmula mágica, que puedan adoptar una o dos potencias. La paz genuina tiene
que ser el producto de muchas naciones, la suma de muchos actos. Debe ser
dinámica, no estática, capaz de cambiar para satisfacer los retos de cada nueva
generación. Pues la paz es un proceso, una forma de resolver problemas.
Con una
paz así, seguirá habiendo disputas e intereses en conflicto, al igual que
ocurre dentro de las familias y las naciones. La paz mundial, al igual que la
paz social, no exige que cada ser humano ame a su vecino; sólo exige que vivan
juntos en mutua tolerancia, dirimiendo sus disputas en un acuerdo justo y
pacífico. Y la historia nos enseña que las enemistades entre las naciones, al
igual que entre los individuos, no son eternas. Sin embargo, por inalterables
que puedan parecer nuestros agrados y desagrados, la marea del tiempo y los
acontecimientos suelen traer cambios sorprendentes en las relaciones entre las
naciones y los vecinos.
Así
pues, no cerremos los ojos ante nuestras diferencias, pero dirijamos también la
atención a nuestros intereses comunes y a los medios a través de los cuales
podemos resolver estas diferencias. Y si no podemos dirimir nuestras
diferencias ahora, al menos sí que podremos colaborar para hacer del mundo un
lugar seguro para la diversidad. Pues, en última instancia, nuestro vínculo
común más básico es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos
el mismo aire. Todos nos preocupamos por el futuro de nuestros hijos. Y todos
somos mortales.
Las palabras utilizadas
por los políticos de nuestros días ya no tienen un significado común. Tal vez
nunca lo tuvieron. Por ejemplo cuando se habla de Libertad, democracia, derechos humanos,
moralidad internacional, la paz misma significa cosas distintas para diferentes
hombres. Las palabras en muchos políticos son una constante propaganda y a veces pueden confundir, desorientar y
degradar al hombre .Cuando se habla de La democracia en donde la libertad y la
igualdad son tenidas por buenas para algunos hombres, pero sin embargo son negadas
a otros por sociedades supuestamente "democráticas"; en las llamadas
sociedades "libres", los derechos humanos individuales son gravemente
negados; se inician aventuras agresivas bajo el disfraz de la
"liberación".
La verdad y la moralidad son trastocadas por la propaganda, bajo el supuesto de que la verdad es cualquier cosa que la propaganda pueda inducir a la gente a creer. La verdad y la moralidad, por lo tanto, están gravemente debilitadas como defensas contra la injusticia y la guerra. Con qué gran perspicacia declara Voltaire, que odiaba enormemente la guerra: '1a guerra es el mayor de los crímenes, y sin embargo, no hay agresor que no tiña su crimen con el pretexto de la justicia."
La verdad y la moralidad son trastocadas por la propaganda, bajo el supuesto de que la verdad es cualquier cosa que la propaganda pueda inducir a la gente a creer. La verdad y la moralidad, por lo tanto, están gravemente debilitadas como defensas contra la injusticia y la guerra. Con qué gran perspicacia declara Voltaire, que odiaba enormemente la guerra: '1a guerra es el mayor de los crímenes, y sin embargo, no hay agresor que no tiña su crimen con el pretexto de la justicia."
Los pueblos
de todas partes desean y añoran la paz y la libertad en sus connotaciones más
simples y claras: cuyo objetivo es finalizar
los conflictos armados y que se respeten
todos los derechos humanos. La cosecha de la guerra sólo puede traer miseria, destrucción y degradación.
Éste es el gran dilema de la humanidad. El bienestar y la esperanza de los pueblos del mundo nunca podrán ser atendidos hasta que la paz, así como la libertad, el honor y el auto respeto, estén seguros.
En estos días es un gran privilegio y una experiencia muy valiosa estar asociado con las Naciones Unidas , cuya organización es el máximo esfuerzo de la paz en la historia humana.. Pero hay también una sensación de profunda frustración, que surge del conocimiento de que la humanidad podría fácilmente vivir en paz, libertad y buena vecindad si hubiera un mínimo de voluntad para hacerlo. Está la siempre presente, simple pero escueta verdad de que aunque los pueblos añoren principalmente la paz, pueden ser empujados por sus líderes y Gobiernos a una guerra innecesaria que puede, en el peor de los casos destruirlos y en el mejor de ellos, llevarlos una vez más a la barbarie.
Las Naciones Unidas se esfuerzan por ser realistas. Entienden bien la fragilidad del hombre. Se dan cuenta de que para que haya paz en el mundo, ésta debe lograrse a través de los hombres y con los hombres, con su naturaleza y errores, casi como es ahora. Se hace un esfuerzo intenso para llegar a los corazones y las mentes de los hombres con las peticiones vitales de paz y comprensión humana, hasta el punto en que las actitudes y las relaciones humanas puedan ser constantemente mejoradas. Pero éste es un proceso de educación internacional, o de mejor educación para la vida internacional y, en el mejor de los casos, es gradual. Los hombres cambian sus actitudes y hábitos lentamente y sólo rencorosamente divorcian su mente del temor, la sospecha y los prejuicios.
Alfred Nobel se dio cuenta que la paz no puede lograrse en el vacío. La paz debe ir de la mano del progreso del hombre. La paz no es sólo un asunto de hombres combatiendo o no combatiendo. La paz, para que tenga sentido para muchos que sólo han conocido el sufrimiento, tanto en la guerra como en la paz, debe traducirse en pan o arroz, en techo, salud y educación, así como en libertad y derechos humanos por lo tanto estamos hablando de tener una vida siempre mejor. Si se quiere una paz segura, los pueblos olvidados que han sufrido y se han muerto de hambre desde hace mucho, los desposeídos y los desnutridos, deben empezar a hacer realidad, sin demora, la promesa de un nuevo día y una nueva vida.
Los Rotarios se oponen a las dictaduras y tiranías de cualquier tipo, ideológico o de otra clase. Para Rotary significan la libertad e igualdad de todos los pueblos, independientemente de la raza, religión o ideología. Corresponde a los pueblos de cada sociedad hacer su propia elección en cuanto a ideología, sistema económico y a la relación que debe predominar entre el Estado y el individuo. Los Rotarios están dedicados en un esfuerzo común a subrayar los derechos del hombre. Intentan, también, dar la seguridad a los pueblos coloniales de que sus aspiraciones de libertad pueden hacerse realidad, sólo gradualmente, mediante procesos pacíficos.
Alfred Nobel comprendió finalmente, que la gente nunca es disuadida de la locura de la guerra, por su enorme terror. Pero no obstante es cierto que en una guerra atómica no habría sobrevivientes, no podría haber vencedores. ¿Qué puede, entonces, lograr la guerra que no pueda ser logrado por medios pacíficos? Existen, seguramente, diferencias vitales y extensas áreas de conflicto entre las naciones, pero no hay absolutamente ninguna que no pueda arreglarse pacíficamente, mediante la negociación y la mediación, siempre que haya un deseo genuino de paz e incluso un mínimo de mutua buena fe.
Pero en la actual atmósfera de temor, sospecha y mutua recriminación, parece haber poca esperanza de que los esfuerzos por romper con el punto muerto de las grandes potencias sean muy fructíferos. El temor, la sospecha y la recriminación en las relaciones entre naciones tienden a mezclarse peligrosamente. Tienden a inducir la histeria nacional que, en su rechazo al aplomo y la racionalidad puede ser, en sí misma, el preludio fatal de la guerra. Debe crearse un clima favorable de negociación pacífica, y éste sólo puede ser creado con un esfuerzo concienzudo, y constante. Las partes en conflicto deben llegar a darse cuenta de que el camino de la paz no puede recorrerse nunca amenazando con combatir en cada esquina, estando armado hasta los dientes, o arrasando con cada arbusto para encontrar un enemigo. En estos tiempos, el primer paso esencial, en un enfoque civilizado hacia la paz, exige una moratoria para la recriminación y el reproche. El mundo tiene amplias evidencias de que la guerra sólo engendra condiciones que engendran más guerras.
En el análisis final, la prueba de fuego de una voluntad genuina de paz es la disposición de las partes en conflicto para exponer sus diferencias. Es sólo así que la verdad, la razón y la justicia pueden llegar a predominar por encima de la estridente y descarada voz de la propaganda, que puede cultivarse una moralidad internacional sana.
Vale la pena subrayar que para Rotary uno de sus grandes objetivos es sin duda preservar la paz, sin un trastorno violento. Rotary no tienen intereses creados en el status quo. Buscan un mundo más seguro, un mundo mejor, un mundo de progreso para todos los pueblos. Así en todos los pueblos deben tener igualdad e igualdad de derechos. Los derechos de aquellos que en un momento dado puedan ser una minoría, ya sea por razones de raza, religión o ideología. Son tan importantes como los de la mayoría, y las minorías deben disfrutar del mismo respeto y protección. Rotary no buscan un mundo cortado con un patrón único, ni creen que esto sea deseable. Rotary busca sólo la unidad, no la uniformidad, partiendo de la diversidad del mundo.
No habrá seguridad en nuestro mundo, liberación de la angustiosa tensión, progreso genuino, ni paz duradera hasta que no se haya despertado en todas las naciones la voz de la razón (Shelly).
Éste es el gran dilema de la humanidad. El bienestar y la esperanza de los pueblos del mundo nunca podrán ser atendidos hasta que la paz, así como la libertad, el honor y el auto respeto, estén seguros.
En estos días es un gran privilegio y una experiencia muy valiosa estar asociado con las Naciones Unidas , cuya organización es el máximo esfuerzo de la paz en la historia humana.. Pero hay también una sensación de profunda frustración, que surge del conocimiento de que la humanidad podría fácilmente vivir en paz, libertad y buena vecindad si hubiera un mínimo de voluntad para hacerlo. Está la siempre presente, simple pero escueta verdad de que aunque los pueblos añoren principalmente la paz, pueden ser empujados por sus líderes y Gobiernos a una guerra innecesaria que puede, en el peor de los casos destruirlos y en el mejor de ellos, llevarlos una vez más a la barbarie.
Las Naciones Unidas se esfuerzan por ser realistas. Entienden bien la fragilidad del hombre. Se dan cuenta de que para que haya paz en el mundo, ésta debe lograrse a través de los hombres y con los hombres, con su naturaleza y errores, casi como es ahora. Se hace un esfuerzo intenso para llegar a los corazones y las mentes de los hombres con las peticiones vitales de paz y comprensión humana, hasta el punto en que las actitudes y las relaciones humanas puedan ser constantemente mejoradas. Pero éste es un proceso de educación internacional, o de mejor educación para la vida internacional y, en el mejor de los casos, es gradual. Los hombres cambian sus actitudes y hábitos lentamente y sólo rencorosamente divorcian su mente del temor, la sospecha y los prejuicios.
Alfred Nobel se dio cuenta que la paz no puede lograrse en el vacío. La paz debe ir de la mano del progreso del hombre. La paz no es sólo un asunto de hombres combatiendo o no combatiendo. La paz, para que tenga sentido para muchos que sólo han conocido el sufrimiento, tanto en la guerra como en la paz, debe traducirse en pan o arroz, en techo, salud y educación, así como en libertad y derechos humanos por lo tanto estamos hablando de tener una vida siempre mejor. Si se quiere una paz segura, los pueblos olvidados que han sufrido y se han muerto de hambre desde hace mucho, los desposeídos y los desnutridos, deben empezar a hacer realidad, sin demora, la promesa de un nuevo día y una nueva vida.
Los Rotarios se oponen a las dictaduras y tiranías de cualquier tipo, ideológico o de otra clase. Para Rotary significan la libertad e igualdad de todos los pueblos, independientemente de la raza, religión o ideología. Corresponde a los pueblos de cada sociedad hacer su propia elección en cuanto a ideología, sistema económico y a la relación que debe predominar entre el Estado y el individuo. Los Rotarios están dedicados en un esfuerzo común a subrayar los derechos del hombre. Intentan, también, dar la seguridad a los pueblos coloniales de que sus aspiraciones de libertad pueden hacerse realidad, sólo gradualmente, mediante procesos pacíficos.
Alfred Nobel comprendió finalmente, que la gente nunca es disuadida de la locura de la guerra, por su enorme terror. Pero no obstante es cierto que en una guerra atómica no habría sobrevivientes, no podría haber vencedores. ¿Qué puede, entonces, lograr la guerra que no pueda ser logrado por medios pacíficos? Existen, seguramente, diferencias vitales y extensas áreas de conflicto entre las naciones, pero no hay absolutamente ninguna que no pueda arreglarse pacíficamente, mediante la negociación y la mediación, siempre que haya un deseo genuino de paz e incluso un mínimo de mutua buena fe.
Pero en la actual atmósfera de temor, sospecha y mutua recriminación, parece haber poca esperanza de que los esfuerzos por romper con el punto muerto de las grandes potencias sean muy fructíferos. El temor, la sospecha y la recriminación en las relaciones entre naciones tienden a mezclarse peligrosamente. Tienden a inducir la histeria nacional que, en su rechazo al aplomo y la racionalidad puede ser, en sí misma, el preludio fatal de la guerra. Debe crearse un clima favorable de negociación pacífica, y éste sólo puede ser creado con un esfuerzo concienzudo, y constante. Las partes en conflicto deben llegar a darse cuenta de que el camino de la paz no puede recorrerse nunca amenazando con combatir en cada esquina, estando armado hasta los dientes, o arrasando con cada arbusto para encontrar un enemigo. En estos tiempos, el primer paso esencial, en un enfoque civilizado hacia la paz, exige una moratoria para la recriminación y el reproche. El mundo tiene amplias evidencias de que la guerra sólo engendra condiciones que engendran más guerras.
En el análisis final, la prueba de fuego de una voluntad genuina de paz es la disposición de las partes en conflicto para exponer sus diferencias. Es sólo así que la verdad, la razón y la justicia pueden llegar a predominar por encima de la estridente y descarada voz de la propaganda, que puede cultivarse una moralidad internacional sana.
Vale la pena subrayar que para Rotary uno de sus grandes objetivos es sin duda preservar la paz, sin un trastorno violento. Rotary no tienen intereses creados en el status quo. Buscan un mundo más seguro, un mundo mejor, un mundo de progreso para todos los pueblos. Así en todos los pueblos deben tener igualdad e igualdad de derechos. Los derechos de aquellos que en un momento dado puedan ser una minoría, ya sea por razones de raza, religión o ideología. Son tan importantes como los de la mayoría, y las minorías deben disfrutar del mismo respeto y protección. Rotary no buscan un mundo cortado con un patrón único, ni creen que esto sea deseable. Rotary busca sólo la unidad, no la uniformidad, partiendo de la diversidad del mundo.
No habrá seguridad en nuestro mundo, liberación de la angustiosa tensión, progreso genuino, ni paz duradera hasta que no se haya despertado en todas las naciones la voz de la razón (Shelly).
Desgraciadamente, puede haber alguien en el
mundo que no haya aprendido que la guerra actual no puede arreglar nada, que la
fuerza agresiva nunca puede ser suficiente, ni será tolerada. Es sólo con el
esfuerzo paciente, persistente y sin desmayo, que puede ganarse la paz. En
el mundo en que vivimos vemos que hay
desaires y reveses, crisis peligrosas y episodios de violencia. Pero los
Rotarios, en el futuro como en el pasado, seguirán poniendo diques de paz. Con
este propósito común, Rotary siempre trabajara por la paz de los pueblos.
Bibliografia
Discurso
que ofreció el Dalai Lama en 1989, Oslo (Noruega), como premio al Nobel de la
Paz. Discurso que recobra su plena vigencia ante la situación crítica de
violencia y deterioro de los derechos humanos que sufre la escena
internacional.
Discurso de
john f. kennedy sobre la paz mundial (aportación de mark carper)
De la paz ahora - peace now 2010, el domingo, 29 de agosto de 2010 a la(s)
3:04
Extracto del discurso de Ralph Bunche en la
entrega del Premio Nobel de la Paz, el 11 de diciembre de 1950, en la
Universidad de Oslo.